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Posts Tagged ‘deseos’

Te sientas en un bar con grandes ventanales, y ves atento como pasa una y luego otra y otra patrulla o vehículo militar, escuchas los balazos, y sabes que no hay nada como esa realidad, donde puedes casi palpar la muerte y sentir en el ambiente el olor a carne quemada, mientras todo eso sucede te tomas unas cuantas cervezas, te levantas al cabo de un par de horas y te vas a tu casa, como si nada estuviera pasando, como si la vida fuera un guiño y un instante que no debes dejar pasar, como si lo tuyo en realidad era el convertirte en un corresponsal de guerra. ¿Y el miedo donde carajos quedo?

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Abril se termina cuando menos lo esperas. Al cabo de un tiempo todo termina. La vida desde luego que sigue, todos los días  nos sorprende. Debo decir que para un enamorado el saber que las cosas se terminan, es el inicio de un caos, nada nos ofrece el placer que es único en el amor y solo nos queda celebrar el tiempo pasado y las cosas que nunca pudieron ser, después de todo siempre podemos beber cerveza y embarcarnos en viajes que año con año emprendemos con el único fin de rescatarnos, de convencernos que en realidad estamos viviendo.

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No entiendo muy bien porque algunas mujeres atormentan a sus maridos con su belleza, quizá por eso alguien ha inventado el infierno y los castigos por las cosas más ridículas, ¿acaso castigar la infidelidad no es cosa de tontos?

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Solo escribo más y más, sin destino alguno, quizá lo hago porque muchas veces es la única forma de escapar de la rutina. Me gusta cuando las mujeres cruzan las piernas, cuando eso sucede yo dejo de escribir y lo que es peor me olvido de que existo o existe algo más importante, tal vez es una debilidad, una muy pequeña y que no tiene sentido expresar o tal vez es un sueño, eso debe ser un sueño.  El infierno es una burla, nunca esta cuando lo necesitas, no puedes pactar con nadie y Dios es otro egocéntrico que tiene las puertas cerradas y un gran letrero que dice: No molestar, hombre trabajando. Un escritor es un tipo que desea morir porque nada es cómo piensa, sueña o imagina, un escritor se encarga de mostrarle a todos que el camino más triste de la vida y escribe uno o dos libros a lo  largo de su vida y con eso cree que ha contribuido para que la humanidad sea mejor y el resto del mundo le está diciendo no eres muy bueno. Yo pienso en sus ojos, en sus brazos, en el perfume barato que ahora usa o ese color chillante de pintalabios que la hace ver como una puta, yo pienso en sus piernas y en el infierno que se desata cada vez que con su mirada me aniquila. Yo solo escribo más y más todos los días, pero aún no logro decir nada.

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Me daba miedo preguntar. Siempre fue así. Le había besado en los labios un par de veces, pero sin preguntar nada, lo había hecho y punto. Para mi sorpresa ella no dijo nada y eso me dejo aún más confundido.

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Yo quería lamerle sus dientes blancos, tan blancos como la leche.

¿Cuántas veces he tenido que regresar a Udele?, no lo sé y la verdad es que tampoco importa. Recuerdo que en una clase en donde nos enseñaban a escribir o mejor dicho a leer para así intentar escribir, ella nos recomendaría leer a Günter Grass; cualquier estaría esperando que su recomendación fuera para: El tambor de hojalata, pero no fue así, ella nos recomendaría: Pelando la cebolla.

Yo quería olerle las axilas.

Creo que debí ser un hombre cruel con Udele, pero al mismo tiempo que nadie se merece la crueldad; debí dejar que se masturbara y que se fuera perdiendo en sus dolores, en sus fobias, en sus orgasmos en los que algunas veces me incluía, de haberlo hecho, pienso que ella estaría ahora conmigo, pero esa será una eterna duda.

Yo quería desbaratarle el rizado de su cabello.

Era bonita. Sigue siendo bonita, pero ahora vive en New York y puede que la comida de esa ciudad la haga gorda y no me la imagino gorda, supongo que si engorda seguirá siendo bonita e igual la querría amar, no tendría razón para no hacerlo. La vi masturbarse y olerse las axilas mientras lo hacía, luego sudaba y se pasaba la mano por las axilas y luego a la boca y su carne temblaba y ella se ponía roja y sus pecas se perdían entre sus ruidos, y entonces su mirada me incendiaba y ya no era yo y no era nadie y no deseaba vivir más porque estaba seguro que ese era el paraíso o el infierno y no deseaba estar en otro lugar, la vida era cruda, amarga, irreal, ella era otro imposible, uno que llegaría con el tiempo, pero en esos momentos yo no lo sabía.

Yo quería hacerle el amor todo el día y en la noche también.

Ya dije que era bonita, que tenía pecas, seguro que en New York esas pecas han desaparecido, ya dije que sus cabellos tirados en el piso de la casa, se enredaban y eran pequeñas pelotas que recorrían nuestra habitación o la habitación de ella que en ese tiempo también era la mía, ella no era una mujer común, ella era todo lo que deseaba ser y a veces rebasaba sus expectativas, pero hablar de Udele es como hablar de lo imposible, de sueños y de tu Dios.

Yo quería despertar una vez más en ella, con ella y no dejar de excitarme con el color de su piel y el veneno que sale de sus ojos, yo quería quedar fulminado por su mirada y no pensar más, nunca más.

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Cada uno en su cuarto. No es que estuviera cansado de ella o ella de mí, como tampoco que a su ombligo ya no le guste dibujar corazones con el mío, creo que es una forma de alimentar esperanzas, de creer que aún es posible desearnos.

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Abril, primeras horas del segundo jueves del mes. El ritmo en el hospital ha ido creciendo, en las últimas noches mucho movimiento. Había sonado el teléfono un par de veces, pero no me percate, a la tercera vez que sonó, hablábamos de la playa, de lo mucho que nos gusta el amanecer en ella. Contesté la llamada y lo primero que me dijeron en tono de reclamo y enojo, fue: qué donde me encontraba y que necesitaban de mí en la sala de terapia, como si mi trabajo le fuera salvar la vida a alguien, eso fue lo que pensé, pero no dije nada. Allí estaba la paciente, descompensada, con un ritmo más bien lento, que no alimentaba esperanzas de que pudiera pasar el resto de la noche. Hice mi trabajo y quería regresar para seguir hablando de la playa. Hacía tiempo que no hablábamos, quizá desde que a alguien se le ocurriera decir o sugerir al menos, que entre y ella y yo había una historia de infidelidad, me había enojado tanto con la persona que lo había sugerido, así que comencé a evitar las platicas con ella en el hospital y cuando ya no podía soportar tanto silencio, salía a correr, sin importar que los rayos de sol, aún no acariciaran los límites de la ciudad. Disfrutaba mucho hablar con ella.

No soportaba que los compañeros de trabajo se pusieran hablar, pero después de no encontrarme por la noche en mi sitio de trabajo y de las tres llamadas, todo mundo me decía en tono de burla o más bien discordante: uno tratando de encontrarte y tú platicando en otra área del hospital. Lo que más me enojaba era el tono de voz con el que me lo repetían.

La plática transcurre entre ansiosa y lenta, no es nada habitual, a veces creo que ella está preocupada, no por lo que puedan decir de nosotros, sino por lo que se me pueda ocurrir. Le he pedido dos o tres veces que se retire las gafas y ella parece no oírme y si lo hace simplemente responde que no. Me había sentido triste porque solo podíamos hablar de nuestras rabietas y nuestras quejas hacia la administración del hospital y de lo odioso que suelen ser nuestros compañeros, quizá los odiosos somos nosotros o quizá nadie nos toma en cuenta y por eso tenemos la necesidad de hablar de ellos, pero esta noche, hasta antes de recibir la tercera llamada y el reclamo correspondiente, la habíamos pasado muy bien, e intercambiamos una y otra vez sonrisas, estuve a punto de decirle que cubriéramos, la única cámara del lugar y hacerlo en ese instante, y olvidarnos de los ruidosos compañeros de turnos que van de un lugar a otro arrastrando carritos que van tan pesados como sus ganas aburridas de vivir o dejar de lado las quejas diarias de uno que otro que se encarga del mantenimiento del hospital y que no paran nunca con su quejas o comentarios agrios. Quizá mi deseo era algo de lo más normal. Los perros se habían dejado oír y de vez en cuando alguna ambulancia pasaba de largo con ese ulular tan característico y que a todos nos ponía en estado de alerta.

Me habían pedido una tomografía, deseaban el resultado de forma inmediata, pero más que el resultado, lo importante era saber si el paciente no tenía liquido libre en la cavidad abdominal, la falta de un diagnostico terminaba por estresarnos a todos.

Ahora con mis cuarenta y tantos años, no me sentía viejo, y tenía tantas ganas de atragantarme con el mundo, en realidad estaba a la mitad de mi vida, tal vez para unos estaba ya en franco declive, pero en mí era claro que la mejor época se estaba desarrollando. Aquella noche nos habíamos divertido sin lugar a dudas, tal vez en otras habíamos hecho cosas más ardientes, pero estaba vez fuimos como niños, nos dijimos cosas que salían de manera espontanea y en la mayor parte de la plática nos olvidamos de nuestro entorno y de los molestos compañeros de trabajo y de los administradores y de todo, el mundo solo era: ella y yo. No me gusto que me dijera viejo dos o tres veces, es cierto que casi le duplico la edad, pero estoy seguro que aún puedo comportarme como cualquier joven y con la ventaja de tener un poco de experiencia, aunque la experiencia a veces no sirve de nada, no en las cuestiones amatorias, donde lo importante es el empuje. Después de la llamada nos pusimos a trabajar y por la mañana al salir del trabajo, nos dimos la espalda y cada uno tomo su rumbo, no podríamos irnos juntos, yo tenía muchas ganas de estar encima de ella una y otra vez, pero ella tenía una cita para ir a comprar un poco de comida, supongo que era algo excitante.

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Nos abrazamos como dos enamorados. Abril estaba de nuevo, pero yo, no estaba enamorado más de ella, había llegado tarde, lo que aún sentía no era otra cosa que un capricho. Ahora la que me volvía loco con su mirada, con su cuerpo balanceándose de un lado a otro, era la flaca, mi flaca como había dicho en una ocasión Abril, pero en ese tiempo ni ella ni yo, sabíamos cuánta razón tenía.

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Me dijeron que escribir es tener la mitad, el final y el comienzo de la historia, durante mucho tiempo esa idea me parecía sin sentido, un poco tonta incluso, era en los tiempos que yo creía en el matrimonio y no quería nada con las putas, con el tiempo todo ha ido cambiando y sí, escribir, no es cosa de inspiración, uno no se puede sentar a escribir, diciendo: haber que sale, eso no es escribir, bueno si es escribir, pero no es hacerlo como parte de un oficio, se trata entonces de llevar un orden de las cosas, de las historias, de lo que uno quiera que suceda y no una serie de eventos afortunados. Me gustan las historias donde de entrada te dicen o que va a suceder, porque entonces el reto va de la mano de atrapar a tu lector con lo que vas a contar alrededor de tu historia. Una historia por ejemplo es aquella, donde un hombre fue encontrado muerto debajo de un puente, como tal la historia no dice nada, pero ese hombre fue castrado, no sabemos si antes o después de muerto, no tiene nada que lo identifique, podría ser cristiano, hijo de una prostituta (no es que tenga fijación con las prostitutas), apostador, jugador ocasional de fútbol, un probable amante que fue descubierto en el acto y el marido herido en sus emociones y nublado por sus celos decidió castrarlo; si le han cortado el pene antes de estar muerto, quiero pensar que él se ha suicidado, se subió al puente y se arrojo, pues un hombre no puede vivir si pene, puede vivir sin piernas, sin brazos e incluso sin ojos, pero sin pene es algo imposible. Un hombre puede vivir incluso sin tocar en toda su vida a una mujer. En la historia la policía se pone a investigar el móvil del crimen, si es que en esta historia existe un crimen y descubre que este hombre era un mesero tonto y algo feliz, soltero y que cada ocho días se iba a buscar putas, le gustaban las mujeres blancas, pero a la hora de la acción poco le importaba como eran esas putas, o si eran polacas o mexicanas o brasileñas, lo que más le gustaba era escoger; sus compañeros del trabajo dicen que a últimas fechas salía con una mujer casada, una mujer que desencajaba con el ambiente del lugar, una mujer que a leguas mostraba que era rica y desde luego que era una mujer hermosa, nadie sabe quién era y cuando la describen solo saben pensar en ella como un ángel. Tal vez la mujer estaba casada. A esas alturas ya no sé si tengo un principio y una parte central y si es hora de pensar en el final o si ya lo tengo y todo se trata de un suicidio. Entonces me pongo a pensar y llego a la conclusión de que cuando escribo sin seguir ciertas reglas, las cosas son más fáciles, pero la realidad es que nunca llego a nada. La mujer es rubia y esbelta, el tipo era alto, pero nada agraciado, el policía que investigaba el caso nunca sonríe, la muerte del tipo pudiera tratarse de un ajuste de cuentas, él en realidad era un asesino o solo un violador o peor aún era un rechazado y ella odiaba a todos los hombres y por eso lo castro o puede regresar a la idea de que el marido los descubre y no logra dominar su coraje y lo castra. Historias, de eso estamos llenos, el problema es darle la vuelta y contarlas de tal forma que nos atrape, aunque solo sea un poco.

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