para ti querida, aunque las balas no toquen tu vida.
La flaca o historia la vagina tartamuda
Itzel era un nombre muy simple para toda la belleza que había en ella. Nosotros nunca la llamamos por su nombre, para nosotros ella era otra, era Eunice, era la flaca, lo era todo. Luego ella se enamoro de un puto poeta, todo mundo se enamora de un puto poeta, como si solo ellos tuvieron el derecho de enamorarse o de enamorarlas a todas. Y luego ese poeta la lleno de ideas, que si la noche y sus intensos cantos, que si la luna, que si las piedras, que si la madre hermosa, que si el canto de la sirena, que si escribir frases en las paredes, en las banquetas y en los rótulos de los taxis, que si un buen día se atreverían a convencer a los boxeadores para que estos llevaran versos en sus calzoncillos y el mundo pudiera entender que no son malos, que se dan de golpes porque necesitan descargar tanta testosterona o porque la pobreza no les dio otra oportunidad, que no sea la de agarrase a chingadazos con todos y contra todos. ¡No!, estaba de la chingada que la pinche flaca estuviera con el poeta, eso nos jodía, porque ambos nos enamoramos de ella, porque ambos la llevamos a nuestras fiestas o le compramos el puto el celular que no nos hacía falta. Y la flaca o Itzel, que en esos momentos ya no importaba su nombre, nos ignoraba.
Nadie lo vio venir. Ni siquiera yo, mi pinche vieja se estaba poniendo gorda y cada vez me parecía más insoportable, se levantaba por las mañanas diciendo que prefería mil besos el aliento del perro, que mi sucia calva en su almohada, se levantaba de malas y decía que ya era hora de mandarnos a la chingada, que prefería irse a jugar todo el día con su nieto, que verme sentado rascándome los sobacos y según yo tratando de escribir la pinche novela, como si escribir una novela fuera cuestión de sentarse y hacerla de un tirón, quizá algunos pueden, pero en mi caso, es imposible y ni madres que a uno le basta con la llegada de la musa y esas cosas, escribir, fue siempre complicado y no era cosa de juego. Y mientras mi mujer me decía esas cosas, la flaca fue regresando. No me atreví nunca, a preguntar qué había pasado con el poeta o si es que se habían dado un tiempo, pero ella tenía ese andar peculiar de las mujeres que han sufrido toda las mañanas por culpa de los orgasmos y se le veía calmada, sin estrés, sin presión alguna, como si el pinche poeta le hubiera dado a chupar su pene, yo creía eso del pene, porque el pinche gordo en un taller de creación literaria nos dijo que las africanas para calmar su estrés debido al hambre de sus hijos, les chupan el pene. Como sea la flaca se veía feliz.
Te dije que nadie lo veía venir y es cierto. Un día la flaca y yo entramos a una cantina, ella se veía hermosa, como siempre pues. Desde que entramos, notamos un ambiente raro, no era el lugar típico al que siempre habíamos acostumbrado a ir con nuestros amigos, no era el lugar donde todo mundo nos conocía, desde ese momento ya nos escondíamos, y cuando uno se esconde de la vista de los demás, intuye que la cosa no va a terminar en unos cuantos tragos y cada quien a su casa. Insisto que ella se veía hermosa, pero eso a mí no me sorprendía. Ya en la cantina, el dueño nos envió una cubeta y nos dijo que era por su cuenta, que para el era todo un placer tenerme en su negocio y que había leído no sé cuantas cosas que yo había publicado y que le parecía bien chingón lo que yo escribía. Pero a mí solo me interesaba en ese momento la flaca, todo lo demás no tenía sentido, me valía madres.
Para no hacer largo el cuento, la flaca me dijo, que ya nos fuéramos de ese lugar, que buscara un cuarto de hotel, que no fuera malo, que le hiciera el amor ese día, porque ella había despertado triste; yo lo único que notaba es que no traía ese andar que delata a las mujeres después de un orgasmo, quizá el poeta este enfermo, fue lo pensé. Luego me dijo que no importaba si tenía que pagarme, pero que quería pasar un rato conmigo. Me jodió que me dijera eso, es cierto que no tenía ni un pinche peso de más y que llevarla al hotel significaba todo un esfuerzo, económico desde luego, pero le tenía ganas, ambos le teníamos ganas, el piche gordo y yo. Me la lleve a la casa, la gorda de mi esposa, seguramente estaría con el nieto, ya no sabe hacer otra cosa y si tengo mi casa por qué tendría que pagar un hotel.
Nos vimos muchas más, he hicimos las cosas más extrañas.
La cosa se puso mal cuando mi mujer lo descubrió. Aunque ella creía que yo la engañaba con una amiga en común. Con la tartamuda y es que conforme pasaba más tiempo con la flaca me fui volviendo tartamudo, pero no era algo natural, o mejor dicho era algo natural, la flaca no era tartamuda, pero tenía una vagina tartamuda, esto es difícil de explicar hasta para un escritor, desde luego que lo difícil de explicar no es mi tartamudez, sino el hecho de que la flaca tuviera una vagina tartamuda. Me contagie por contacto directo de la lengua. Mi mujer me pidió el divorcio y yo dije que eso me parecía muy bien. Yo saldría ganado, le diría a la flaca que viviríamos juntos y que ya era tiempo de dejar a su pinche poeta. Nos divorciamos y la flaca se desapareció.
Lo tartamudo no se me quitaba ni las ganas ardientes de estar con la flaca, confieso que busque todo tipo de placeres, me metía en la cama de cualquiera y a la hora que fuera, más de tres habían leído mi obra y se excitaban de cierta forma que a mí me parecía imposible, pero nada de eso lograba sacar de mi cabeza a la flaca y si por alguna razón la olvidaba, era algo momentáneo, pues mi forma de hablar no solo me la recordaba, sino que me hacía sentir un deseo imposible de arrancar, sin importar los días que no dejaban de pasar. La flaca se esfumo y me jodió de plano, ya no era capaz de escribir nada y la gorda de mi ex mujer se había quedado con todo y aunque no teníamos casi nada, yo ahora no tenía donde dormir.
Una mañana me encontré con el gordo y note cierto y particular tartamudeo en él, me dijo: mataron a la flaca cabrón, allá por Sinaloa, el pinche gobierno dice que ella le jalo, que era de la mafia, que su novio era un puto narco, un güero jodido y la neta que no cabrón, el pinche novio era el poeta y la puta flaca que nunca se atrevió a dejarlo, yo le dije que no le traería nada bueno.
Mataron a la flaca y ahora que vamos hacer nosotros, cabrón.