Mi ventana
Desde una ventana, sitiado en mí intimidad
y mis miedos; en mi piel veo venir la muerte
entre estruendos y gritos, entre el olor a sangre
y pólvora recién quemada, en una atmosfera
que me ahoga, que me traga, que me pierde.
Metido en mí, en mi piel y más adentro incluso de la piel,
metido en mis mañanas rotas por las esquirlas que anoche
rozaban el aire: me descubro distante de lo que antes fui,
de lo que ahora deseo ser, estoy ausente de la radiante historia
de una ciudad de luces, de una ciudad que a diario
me regalaba un mini circuito donde siempre coincidía en ti.
Desde mi ventana, acaricio la posibilidad de encontrarnos
te envió mensajes dos o tres veces al día, la magia
de no depender de una botella que las olas del mar
lleven hasta ti, me regocija, desde mi ventana te acaricio
en mi intimidad y en la tuya, es todo lo que nos queda:
intimidad, ventana, miedos, gritos en la calle, y
esquirlas que buscan nuestros cuerpos. De todo lo demás
somos huérfanos, incluso los sueños se mudaron
al sonar de los fusiles y el olor a muertos.
Sin importar el rigor de las balas o del constante silencio,
mi ventana es una paradoja, pues el cuerpo toma forma
y por más que quiera tocarlo no puedo.
Atados a la red, reposa la gentil muerte de nuestros tiempos
si esa red fuera agua, gota a gota se desgastaría,
si fuera niña dulce la muerte sería y amarga para los que quedan;
cumplimos con todos los tiempos, nos acosamos, nos aburridos,
nos prometemos amores imposibles, pero siempre eterno,
la red nos estrangula, nos desconoce
nos aburre y nos vuelve más lentos, lentos
en un reposo jamás pactado, más lentos incluso
que el vuelo de un pájaro en desbandada
y el reposo que nos espera, después de la una y media
nos traga, nos amamanta, nos hace pensar en silencio
y nuestra ventana no sabe estar apagada.
Que ventana tan ventana, que mundo tan heroico, y
qué vida enciende los motores allá afuera;
y nosotros que nos rendimos siempre puntuales
por no saber amar y amarnos, por no entender
que la vida es así, y que un proyectil
puede cobrar la factura en cualquier instante
y mientras no sucede así
nos agobiamos en esta prisión diaria
y algo nos atrapa en una libertad enrarecida
en unos gritos ahogados,
en una ventana luminosa
en una flor post procesada, donde la intimidad
no existe, donde el miedo y los sueños duelen
sin importar si es de noche, tarde o madrugada.
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