A mi padre le gustaba la perfección, me decía que sino lograba lo que me pedía mi premio estaba esperando, casi siempre fue una vara verde de mezquite y si la cosa era muy mala me tocaba con una de cascalote
Siempre fui el chico que participaba recitando absurdos poemas cuyos versos aún me martirizan, aprendí innumerables coreografías aunque siempre hacia o decía lo que me venia en gana pues mi padre nunca estuvo alli para juzgar mis actos, casi siempre se enteraba pero el castigo era menor si él no lo veía; fui el chico que paseaba la bandera por el patio de la escuela haciendo absurdas maniobras.
Lo más triste de todo era enamorarme de forma casi imposible de mis maestras, una a la vez y saber que al próximo año las perdería, a veces creo que las busco a ellas en cada relación imaginaria o real, el orden no importa sino el deseo de encontrarmelas, quizá porque el verdadero deseo es ser niño nuevamente y tener un padre distinto, un padre al cual extrañar.
Mi padre decia cosas sin sentido, me invitaba a jugar como si fuera un niño, incluso creo que era un niño atrapado en un cuerpo de adulto, un cuerpo que disfrutaba de todas las perversiones posibles.
Lo que más me alegra en esta vida es que las batallas de mi hijo no sean por aprenderse absurdos poemas en la lengua de Shakeaspeare o en cualquier otra lengua, me alegra que se enamore de Renata o de Valentina y no de las maestras que están inmersas en sus rutinas y las vidas de sus hijos que a su vez se enamoran de sus maestras, me alegra que no tenga que pasear una bandera de forma absurda y que pueda recordar que todas las mañanas queria llegar temprano para patear una pelota en un recreo inexistente
Mi padre se ha ido borrando de mi memoria, quiza duerme todas las noches borracho, tratando de vencer a ese cuerpo de adulto que atrapa la mente de un niño perverso de la cual muchas veces fui su cómplice. Mi niño supongo que es feliz abrazando un muñeco de peluche y algunas veces pidiendo un poco de calor porque lo invade el frío.
Deja una respuesta