Todos los días pensaba en la mujer de mis sueños, nunca pensé en hombres, quizá porque convivia con ellos en todo momento o porque simplemente me sigue gustando la suavidad de las piernas de ellas. Todos los días para mi empezó cuando aún tenía cinco años.
Me gustaba ir al molino de nixtamal porque las mujeres enseñaban los pechos mientras recogian la masa y porque de camino a casa, casi siempre se detenían entre huizaches, mezquites o al borde de un camino deshabitado y me daban a beber de esa leche imaginaría que años después alimentarían a sus hijos, sin embargo nunca fue una de ellas la mujer de mis sueños, supongo que para ellas solo fui un experimento porque alguien les dijo tantas cosas sin sentido, no puedo saberlo para mi aún eran los inicios de todos los días.
A la mitad de mi vida me había enamorado más veces de las que podía contar, había combinado mi apellido tantas veces que llegue a pensar que algo no andaba bien y entonces me volví un ser solitario. Mis amigos decían que me habían dejado de gustar las mujeres y luego les dije; me gusta la poesía y ellos dieron remedios infalibles para dejar ese camino y argumentaron que entre amigos no se valia, los perdí a todos, para ellos era como si el gusto por los hombres siendo hombre fuera una enfermedad
A veces pienso en la mujer de mis sueños y bajo en esos pensamientos hasta un río poco profundo y la veo a ella apenas cubierta por una suave bata transparente que me deja ver su desnudez y cuando intento decirle algo me gana un silencio pesado, entonces sumerjo la cabeza en el agua y todos mis miedos se vienen encima, ella desde luego se ha ido y pienso que es todas las mujeres que he tenido y me han tenido, solo entonces me traga un miedo inexplicable, supongo que voy muriendo, el silencio no para y creo que soy el mismo de cuando empezaban todos los días.
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