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Posts Tagged ‘AMANTES’

A mí no me importa si se trata de la mujer más fea de toda la tierra, lo importante es que tenga buenas piernas,  si no tiene unas piernas bonitas el placer se termina incluso antes de empezar. El gran problema hoy en día es que ya casi nadie usa falda o vestido e imaginar no es una tarea decente si hablamos de piernas.

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Me envió un mensaje a mitad de la noche y yo sabía que era el momento de ir con ella. Había sido un día difícil y estaba por terminar con todos los preparativos de mi viaje a New York, tal vez no volvería a casa y comenzaría una nueva vida, si es que la vida se puede comenzar cada que uno lo desea. Me dijo que andaba desnuda y que recién terminaba su quehacer, que sus horarios se habían complicado, que de noche le costaba trabajo dormir y que tenía ganas de comerse un pastel. Yo tenía ganas de ella, pero decidí no salir, las cosas en las calles estaban muy feas, y de salir, estaría tentando a mi suerte y tal vez me lo lamentaría o ni siquiera eso. Así que fui desviando la plática, tan lejos como fuera posible, no deseaba hablarle de New York, ni de Udele, ni del gato que amaneció muerto en la puerta de la casa y mucho menos quería decirle que alguien con la sangre pesada, había colgado de los cables de la luz un pájaro, tal y como algunos cuelgan los tenis, lo habían aventado con una cuerda que en el otro extremo tenía una pequeña piedra. No le pude contar gran cosa, y solo le hable de mi maldito reflujo y de las ganas que tengo de hacer tantas cosas y de lo viejo que me estoy poniendo, después cerré el celular e intente dormir, desde luego que como todas las noche, no lo logre.

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Solo escribo más y más, sin destino alguno, quizá lo hago porque muchas veces es la única forma de escapar de la rutina. Me gusta cuando las mujeres cruzan las piernas, cuando eso sucede yo dejo de escribir y lo que es peor me olvido de que existo o existe algo más importante, tal vez es una debilidad, una muy pequeña y que no tiene sentido expresar o tal vez es un sueño, eso debe ser un sueño.  El infierno es una burla, nunca esta cuando lo necesitas, no puedes pactar con nadie y Dios es otro egocéntrico que tiene las puertas cerradas y un gran letrero que dice: No molestar, hombre trabajando. Un escritor es un tipo que desea morir porque nada es cómo piensa, sueña o imagina, un escritor se encarga de mostrarle a todos que el camino más triste de la vida y escribe uno o dos libros a lo  largo de su vida y con eso cree que ha contribuido para que la humanidad sea mejor y el resto del mundo le está diciendo no eres muy bueno. Yo pienso en sus ojos, en sus brazos, en el perfume barato que ahora usa o ese color chillante de pintalabios que la hace ver como una puta, yo pienso en sus piernas y en el infierno que se desata cada vez que con su mirada me aniquila. Yo solo escribo más y más todos los días, pero aún no logro decir nada.

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Me daba miedo preguntar. Siempre fue así. Le había besado en los labios un par de veces, pero sin preguntar nada, lo había hecho y punto. Para mi sorpresa ella no dijo nada y eso me dejo aún más confundido.

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Yo quería lamerle sus dientes blancos, tan blancos como la leche.

¿Cuántas veces he tenido que regresar a Udele?, no lo sé y la verdad es que tampoco importa. Recuerdo que en una clase en donde nos enseñaban a escribir o mejor dicho a leer para así intentar escribir, ella nos recomendaría leer a Günter Grass; cualquier estaría esperando que su recomendación fuera para: El tambor de hojalata, pero no fue así, ella nos recomendaría: Pelando la cebolla.

Yo quería olerle las axilas.

Creo que debí ser un hombre cruel con Udele, pero al mismo tiempo que nadie se merece la crueldad; debí dejar que se masturbara y que se fuera perdiendo en sus dolores, en sus fobias, en sus orgasmos en los que algunas veces me incluía, de haberlo hecho, pienso que ella estaría ahora conmigo, pero esa será una eterna duda.

Yo quería desbaratarle el rizado de su cabello.

Era bonita. Sigue siendo bonita, pero ahora vive en New York y puede que la comida de esa ciudad la haga gorda y no me la imagino gorda, supongo que si engorda seguirá siendo bonita e igual la querría amar, no tendría razón para no hacerlo. La vi masturbarse y olerse las axilas mientras lo hacía, luego sudaba y se pasaba la mano por las axilas y luego a la boca y su carne temblaba y ella se ponía roja y sus pecas se perdían entre sus ruidos, y entonces su mirada me incendiaba y ya no era yo y no era nadie y no deseaba vivir más porque estaba seguro que ese era el paraíso o el infierno y no deseaba estar en otro lugar, la vida era cruda, amarga, irreal, ella era otro imposible, uno que llegaría con el tiempo, pero en esos momentos yo no lo sabía.

Yo quería hacerle el amor todo el día y en la noche también.

Ya dije que era bonita, que tenía pecas, seguro que en New York esas pecas han desaparecido, ya dije que sus cabellos tirados en el piso de la casa, se enredaban y eran pequeñas pelotas que recorrían nuestra habitación o la habitación de ella que en ese tiempo también era la mía, ella no era una mujer común, ella era todo lo que deseaba ser y a veces rebasaba sus expectativas, pero hablar de Udele es como hablar de lo imposible, de sueños y de tu Dios.

Yo quería despertar una vez más en ella, con ella y no dejar de excitarme con el color de su piel y el veneno que sale de sus ojos, yo quería quedar fulminado por su mirada y no pensar más, nunca más.

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Tenía la respiración acelerada. Dos noches sin dormir. Mis  ganas por llamarla estaban en ebullición, quería salir de mis rutinas; cada día que pasaba, era una oportunidad menos de hacer lo que más me gusta y me dolía no poder leer poesía, no poder viajar, no poder comportarme como un irresponsable. Cogí el teléfono y cuando la escuche, mi voz se paralizo. No podía hacer tantas cosas porque me había contratado en un absurdo trabajo y ahora era esclavo de una ideas que no eran mías y de leer poesía lo dejaría todo y me pondría a vagar de un lugar a otro, y fue  cuando ella dijo por tercera vez: bueno, que yo deje de temblar y le dije te extraño y ella me dijo: que te sucede Raymond y mi mundo se vino abajo, tal vez si me hubiera dicho Julio lo habría tolerado, pero Raymond era la persona que más odiaba sobre toda la tierra. Colgué.

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Cada uno en su cuarto. No es que estuviera cansado de ella o ella de mí, como tampoco que a su ombligo ya no le guste dibujar corazones con el mío, creo que es una forma de alimentar esperanzas, de creer que aún es posible desearnos.

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Teresa. Ya la había dicho antes, resulta un nombre aburrido. Hacía mucho que no leía a Joyce Carol Oates, lo último fue: Infiel, y por alguna razón había recordado en estos días, algunas de esas historias. Siempre había pensado ponerle el nombre de Teresa a uno de mis personajes, pero cada que lo intento pienso en el personaje Milan Kundera y los sueños de ella y el miedo que tiene a la desnudez, es definitivo yo no querría un personaje con miedo, me gustaría verla desnuda y la imagino, alta, un poco delgada y con unos senos grandes o mejor no la imagino y me pongo a inventar su vida, pero es difícil, sobre todo cuando tienes de competencia a la Teresa de Kundera. De qué demonios hablo cuando mi realidad parece estar divorciada de las cosas que más me gustan.

Hace unos días me habían hecho la endoscopia, el resumen era más o menos así; hiato laxo y esofagitis crónica que dicho en palabras comunes, es que estaba jodido y que lo más seguro, era la operación correspondiente, lo primero que se me ocurre es decir que no, que no estoy interesado en operación alguna, no quiero andar con el cuerpo tembloroso por toda la casa por efectos de la anestesia, como tampoco quiero salir de la operación con una complicación mayor o con la ausencia de alguno de mis órganos, quizá termine por perder años de vida antes de ganar en salud y yo me siento lleno de vitalidad.

No sé por qué demonios pensé en un título tan largo.

Qué demonios es el amor, supongo que ya he hablado tantas veces de esto, que hacerlo una vez más me restara credibilidad, aunque a nadie le importa la credibilidad cuando lo que se escribe termina en un blog. Lo que se del amor, es hacerlo con ternura y me gusta conversar después de hacerlo, quizá mis platicas son más bien un sueño, algo imposible y por lo tanto no existe rumbo posible y después de un tiempo seguramente ya no tengo ganas de hacer el amor y me la quiero pasar platicando, con el sexo la cosa es diferente, las ganas nunca se van y es como un pulso que todo el tiempo me está acechando y aprovecha la primera oportunidad para manifestarse y sin embargo pocas veces tengo sexo y más veces corro con la fortuna de hacer el amor. Mi vida transcurre entre un sueño, uno muy grande y que me es doloroso, porque estoy seguro que no me lleva a ningún lado.

Escribir; llegue a pensar que era una tarea muy fácil. Inventar un personaje, escribir dos o tres líneas diarias y ajustarse a un plan de trabajo, son algo de lo que no puedo decir que desarrollo con facilidad, ni con dificultad, solo no lo hago. Tengo que reconocer que todos aquellos que invierten la mayor parte de su vida para convertirse en escritores, los admiro. Pero esta historia debería hablar de amantes, de la rutina en el trabajo y de las mentiras, porque una vida sin mentiras es de lo más aburrido y vivir con la idea de tener que confiar en tal o cual persona, la verdad que da pereza. Escribir es lo único que deseo a diario, pero no siempre se puede hacer y es por eso que prefiero de disfrutar del sexo.

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No estaba seguro si debía buscarla la próxima vez que nos tocaba la guardia. Pasada las primeras horas del viernes, se murió uno de los pacientes del área de terapia, llevaba más de dos meses internado y no se aún que es lo más triste, si su muerte o la tristeza que sentirían sus padres en cuanto se enteraran, todos y cada uno de los días habían estado en el hospital, los había visto tomarse de la mano, guardar silencio cuando el médico encargado hablaba de los progresos o de las recaídas, los había visto incluso darse un beso, así sin decirse nada, como si fuera un gran secreto, como si al darse ese beso su corazón fuera estallar y era casi seguro que deseaban dar la vida para que su hijo, sus hijos siguieran vivos; años atrás habían perdido al otro de sus hijos, en una situación más o menos igual, accidente de tránsito. Dar la noticias a los padres era algo hiriente y tenías que hacerlo directo, no quería estar en los zapatos de quien tuviera que hacerlo, incluso desde mi cama que es donde me encontraba cuando me entere, me puse muy sentimental y no entiendo aún porque me gano el llanto y solo pude decir: adiós Hiram. Pronunciar su nombre después de la muerte fue algo distinto, dos silabas y toda una historia del día a día que entablo esa lucha que termino por perder.

Abril, es caliente. La idea de tener hijos y luego perderlos me aterroriza desde siempre. Ir a buscarla y no saber de qué hablar y quedarnos callados por un largo espacio, es como pretender que nada pasa entre nosotros y no dejarnos llevar por esa pasión que nos desborda cuando estamos a solas, riendo como si la vida y las cosas que suceden alrededor solo fueran de nosotros. Abril, avanzaba a pasos lentos. La última vez que estuvimos juntos, fui al área de terapia y vi a Hiram que tenía una mirada perdida, no sé bien si ya presentía la muerte, pero en el fondo yo deseaba que se pudiera salvar, no lo conocía de nada, pero ver a unos padres que pierdan a su dos hijos es algo cruel, muy cruel y yo los veía todas la mañanas, justo después de verla a ella y fingir a la salida que no nos conocíamos o que nunca cruzábamos siquiera una palabra. La muerte se había encargado de hacer infelices a esa pareja que claramente se veía que no habían dejado de amarse, la verdad es que envidiaba su amor, pero no su suerte. ¿cuántos están condenados a perder a sus hijos?, que tragedia.

La vida era algo que ocurría con tanta rapidez, y comencé a sentir miedo.

Tenía un presentimiento, y quizá lo mejor era ir y preguntarle si es que me iba a dejar; no puedo soportar las perdidas y llegue a pensar que si esta noche me ausentaba, como si no hubiera ido a trabajar tal vez sería lo mejor, pero también llegue a creer que me veía como un cobarde y que esas cosas según yo las había dejado en el pasado. Tenía que asimilar la posibilidad, tenía que entender tantas cosas, pero creo que no estaba dispuesto y me daba miedo negarme una serie de hechos. Pronto emprendería un viaje en coche de 24 o más horas, tal vez no la vería sino hasta pasado el mes, entonces porque dudaba en aprovechar la oportunidad, no lo sabía y me pase la tarde dubitativo. Quería desafiar a mis miedos, mis dudas, mis ganas.

Ella era directa, casi nunca se detenía a pensar si lo que te iba a decir podría lastimarte o no, después de hacerlo parecía que algo se movía dentro de ella y entonces trataba de las consecuencias no fueran tan drásticas, pero casi nunca daba marcha atrás a sus decisiones. En cuanto llegue al trabajo, le marque y le dije te veo en una hora, en mi guarida y guarde silencio para que ella lo asimilara y ella guardo silencio dos o tres segundos y dijo en una larga silaba: entuguarida, que cosas dices, ya te oíste.

Pensé en sus labios y en sus ojos siempre atrapados, pensé en lo larga que es la noche cuando estamos de guardia, pensé en las ganas que nos tenemos y que no nos hacemos nada, pensé en lo que nos gusta nombrar como; el tiempo perdido y dije nuevamente: sí, en mi guarida. Sabía que me iba a decir que ni en mis mejores sueños, sabía que argumentaría que no puede dejar abandonada su área de trabajo, sabía que no lo iba hacer, pero aún así se lo propuse y ella no lo hizo, nunca bajo.

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Abril, primeras horas del segundo jueves del mes. El ritmo en el hospital ha ido creciendo, en las últimas noches mucho movimiento. Había sonado el teléfono un par de veces, pero no me percate, a la tercera vez que sonó, hablábamos de la playa, de lo mucho que nos gusta el amanecer en ella. Contesté la llamada y lo primero que me dijeron en tono de reclamo y enojo, fue: qué donde me encontraba y que necesitaban de mí en la sala de terapia, como si mi trabajo le fuera salvar la vida a alguien, eso fue lo que pensé, pero no dije nada. Allí estaba la paciente, descompensada, con un ritmo más bien lento, que no alimentaba esperanzas de que pudiera pasar el resto de la noche. Hice mi trabajo y quería regresar para seguir hablando de la playa. Hacía tiempo que no hablábamos, quizá desde que a alguien se le ocurriera decir o sugerir al menos, que entre y ella y yo había una historia de infidelidad, me había enojado tanto con la persona que lo había sugerido, así que comencé a evitar las platicas con ella en el hospital y cuando ya no podía soportar tanto silencio, salía a correr, sin importar que los rayos de sol, aún no acariciaran los límites de la ciudad. Disfrutaba mucho hablar con ella.

No soportaba que los compañeros de trabajo se pusieran hablar, pero después de no encontrarme por la noche en mi sitio de trabajo y de las tres llamadas, todo mundo me decía en tono de burla o más bien discordante: uno tratando de encontrarte y tú platicando en otra área del hospital. Lo que más me enojaba era el tono de voz con el que me lo repetían.

La plática transcurre entre ansiosa y lenta, no es nada habitual, a veces creo que ella está preocupada, no por lo que puedan decir de nosotros, sino por lo que se me pueda ocurrir. Le he pedido dos o tres veces que se retire las gafas y ella parece no oírme y si lo hace simplemente responde que no. Me había sentido triste porque solo podíamos hablar de nuestras rabietas y nuestras quejas hacia la administración del hospital y de lo odioso que suelen ser nuestros compañeros, quizá los odiosos somos nosotros o quizá nadie nos toma en cuenta y por eso tenemos la necesidad de hablar de ellos, pero esta noche, hasta antes de recibir la tercera llamada y el reclamo correspondiente, la habíamos pasado muy bien, e intercambiamos una y otra vez sonrisas, estuve a punto de decirle que cubriéramos, la única cámara del lugar y hacerlo en ese instante, y olvidarnos de los ruidosos compañeros de turnos que van de un lugar a otro arrastrando carritos que van tan pesados como sus ganas aburridas de vivir o dejar de lado las quejas diarias de uno que otro que se encarga del mantenimiento del hospital y que no paran nunca con su quejas o comentarios agrios. Quizá mi deseo era algo de lo más normal. Los perros se habían dejado oír y de vez en cuando alguna ambulancia pasaba de largo con ese ulular tan característico y que a todos nos ponía en estado de alerta.

Me habían pedido una tomografía, deseaban el resultado de forma inmediata, pero más que el resultado, lo importante era saber si el paciente no tenía liquido libre en la cavidad abdominal, la falta de un diagnostico terminaba por estresarnos a todos.

Ahora con mis cuarenta y tantos años, no me sentía viejo, y tenía tantas ganas de atragantarme con el mundo, en realidad estaba a la mitad de mi vida, tal vez para unos estaba ya en franco declive, pero en mí era claro que la mejor época se estaba desarrollando. Aquella noche nos habíamos divertido sin lugar a dudas, tal vez en otras habíamos hecho cosas más ardientes, pero estaba vez fuimos como niños, nos dijimos cosas que salían de manera espontanea y en la mayor parte de la plática nos olvidamos de nuestro entorno y de los molestos compañeros de trabajo y de los administradores y de todo, el mundo solo era: ella y yo. No me gusto que me dijera viejo dos o tres veces, es cierto que casi le duplico la edad, pero estoy seguro que aún puedo comportarme como cualquier joven y con la ventaja de tener un poco de experiencia, aunque la experiencia a veces no sirve de nada, no en las cuestiones amatorias, donde lo importante es el empuje. Después de la llamada nos pusimos a trabajar y por la mañana al salir del trabajo, nos dimos la espalda y cada uno tomo su rumbo, no podríamos irnos juntos, yo tenía muchas ganas de estar encima de ella una y otra vez, pero ella tenía una cita para ir a comprar un poco de comida, supongo que era algo excitante.

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