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La foto más vieja que tengo, es la de un niño en ropa interior, llorando. En ese tiempo aún tenía cabello, era algo abundante y chino o crespo como se diría en algún otro lugar. Tendría unos 8 años, fue uno antes de que me marchara de casa. Mi padre al que siempre le he dado el titulo de pseudo-padre, me había pegado porque yo no deseaba comerme la comida porque tenía mucho chile. El argumentaba que para ser un verdadero hombre, era necesario que yo comiera mucho chile y como esa vez no quise, se le hizo fácil pegarme, eso no me dolía, lo que si me lastimaba, era su insistencia por llamarme puto, maricón, gay. Creo que para él, lo importante era ser macho y yo andaba de sensible y fue por esa época cuando le dije que yo deseaba ser escritor y entonces la cosa se puso peor y mi relación con el se torno agresiva.
El perro me lo había regalado una de mis tías dos o tres años atrás, eso es lo que recuerdo, era un perro blanco; le gustaba correr por toda la casa, era alegre, y nos queríamos mucho. Me dijeron que uno de mis vecinos lo había envenenado, que le había dado carne con pedazos de vidrio y que eso fue lo que le causo la muerte. Todo mundo me acusaba de decir mentiras. Yo no digo mentiras, solo me gusta contar historias y todo mundo sabe que las historias no se pueden contra tal y como sucedieron, necesitan algo que haga resaltar los hechos y sobre todo que el interesado pueda entender a la perfección lo que deseas contarle, pero eso no lo sabían mis vecinos y les resultaba más fácil llamarme mentiroso. Me daba igual. Antes de irme de casa y de la ciudad pase a la casa de mi vecino, para interrogarlo.
—¿Mataste a mi perro, Porfirio?
—Yo no mate al perro —me dijo.
—Sé muy bien que fuiste tú.
—No fui yo, te lo juro —dijo él
—Sabes que no está bien decir mentiras y que si lo haces te vas a meter en problemas —dije.
—Si —contesto él.
—¿Sabes quién mato al perro? —le pregunte.
—No —dijo.
—¿Estás seguro que no lo sabes?
Y él dijo:
—Yo siempre hablo con la verdad.
El día que me corrieron de la casa, me fui a la central de autobuses y compre un boleto para la siguiente salida. La ciudad de México. Yo tenía doce años y pague el boleto con el dinero que le robe a mi padre. Llegar a la ciudad de México, es como estar en un gran enjambre de abejas y uno es como una hormiga, sí una hormiga roja. La idea del enjambre es en todos los sentidos, el ruido constante, es como un gran zumbido, como un estadio lleno. Pero el enjambre también se deja sentir cuando viajas en el metro o en el colectivo (bus, peseros, en otros lugares), en la vida diaria está presente el enjambre, si te pican las abejas estas en peligro de muerte. Llegue sin conocer a nadie. Me sentía bien, me había escapado del yugo de ese hombre que me hacía sentir agonizante no podría existir nada peor que eso. La ciudad era el espacio perfecto, pese que al llegar me ardieron los ojos, la gente me decía que era algo normal, que estaba en el aire: es la contaminación, me decían. Me enamore de inmediato del centro. Cuantas gentes tendrían un perro y cuántos de ellos no habían muerto envenenados, fue lo primero que me pregunte. Tome el transporte y me deje llevar, fui a dar al norte de la ciudad. Una familia me recibió a cambio de que me encargara de tener ordenado el jardín y de ayudar con las tareas de la casa. Esa primera noche me sentí afortunado, pero por desgracia no pude ver una sola estrella, el cielo era muy gris y eso lograba entristecer a cualquiera.
Si esta historia fuera una novela de mi vida, no tengo idea de cómo poder escribirla, ese es el problema, las cosas personales requieren de un ritmo exacto, de una voz particular que no se mezcle con mis emociones.
Las cosas personales… con aquello último que dices me haces pensar detenidamente en recientes acontecimientos y tienes toda la razón, escribir es sencillo cuando no se trata completamente de uno, pero si uno intenta ser el narrador de lo que redacta entonces se siente un peso en el pecho, duele y alegra, pero desgarra y rompe con muchas cosas que a veces no queremos enfrentar, me encantó el texto, un abrazo gigantesco.
escribir desde lo personal debe ser una tarea intensa pero al mismo tiempo te permite escribir desde y para el corazón
Las 9 narraciones hacen y dan mucho que no solo pensar, analizarse a si mismo, y imaginarse tantas emociones… no le encuentro mucho sentido acerca al titulo… no me atrai… pero, es un texto muy bien compuesto. Abrazos
quizá el titulo al final revele alguna importancia
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muchas gracias
My pleasure.
Pues a mí me está gustando, de verdad. Besos madrileños
Ana
pues yo deseo tener suficiente aire en los pulmones para contar completita la historia. besos fronterizos
Me gusta la historia y como describes la ciudad de México a la exactitud, parece que estoy ahí, en uno de los capítulos mencionas las casetas de teléfono, es verdad es raro encontrar una decente. Me hace pensar el escritor y la historia muy bien.
la ciudad de México es un amor, solo hacen falta casetas telefónicas hermosas donde los amantes puedan hacer el amor, pues ya nadie llama desde ellas, que te haga pensar eso es de agradecer
besos querida y debes iniciar una campaña a favor de las casetas telefónicas decentes entre otras tantas cosas