Ciudad de monólogos sin respuesta,
sin voces que confirmen su existencia;
más que sueños, realidades crueles
y noches que nos estrechan,
en una isla llora el hombre
en mis brazos, sin ti
llora la muerte que no te encuentra.
Fresca al tacto es la sangre que se derrama
en una ciudad que se amolda a sus exigencias
las exigencias de grupos que dicen tener
el control y solo controlan lo que sus ojos pueden ver,
ojos gastados por las incidencias diarias
ojos que no saben del amor, porque no sienten
pasión en sus tareas diarias, tareas donde el alma pierde
el control y son los pesos quienes las gobiernan.
Acá los hombres, ¡Sí, los hombres!, no tienen
un alma azul, no tienen sueños siquiera,
acá los hombres desean abrir las puertas
abrir a golpes de metralla y no de pasión
el corazón de su princesa,
acá los hombres abren a golpes un mundo sin razón
a golpes escriben esa historia que jamás entendió
el ritmo hostil que escupen sus cuerpos
con forma de fusil fornicador y donde
el ruido hostil de su conciencia, les hace
contar todos los muertos que ha logrado hoy.
En todo ello busco la cohesión de tu cuerpo al mío
y que tus espacios se unan a uno que he inventado;
busco la existencia de un minuto que nos enardezca,
un minuto que nos haga olvidar este mundo raro, busco
el silencio de la metralla y luego mudar nuestros besos a las brazas
del eterno significado del ¡ahora no, no más fuego!, nos estamos amando.
Siempre nuestras, las historias paridas, siempre nuestras
las corrientes de vida y este incesante encierro
siempre nuestra la posibilidad de descubrir lo que encierra
este sentido de vida, de desenmascarar
este batallar que no lleva a nada, de entender este andar
entre olores que ya no son más desconocidos
y de noche te pierdes de mis espacios.
La vida no me sirve si esta ciudad con su largo monólogo
deja sordo al eco que me confirma que aún estoy vivo.
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