Era feo. La cosa no iba a ser tan fácil, pero tenía que intentarlo, al menos mientras tuviera ganas de amar y esas ansias de seguir vivo. Él lo veía todo gris, además era melancólico, no sabía hacer otra cosa que no fueran las obligaciones, así le enseñaron, tenía que cumplir con ellas, tenía que hacerlas sin emocionarse, sin pensar en otra cosa. Para él, el mundo estaba trastornado, la gente ya no disfrutaba, ya nadie volteaba a verse entre sí, no importaba si estaban feos o si eran chicas guapas, la gente corría a buscar una conexión gratuita y se ponía a jugar en medio de esa atmósfera que regalaban los juegos en líneas, esa atmósfera tibia e indolente de los que gustan vivir conectados y dejan que sus emociones y pasiones, pasen a segundo término y llevan una vida donde las cosas se tienen que hacer porque así debe ser y no porque así lo quieran. Ya no existía ese amor potente capaz de provocar una pasión desbordante que llevara a las personas a ofrendar su vida por sentir esa pasión por todo su cuerpo, la vida moderna exigía nuevas maneras de enamorarse, maneras un poco extrañas, donde las pasiones eran un poco imposibles. Las pasiones habían sido succionadas por las redes sociales, por ese universo paralelo que pertenecía a una realidad insospechada. Él era feo y triste. Él era feo, seguía dando vuelta eso en mi cabeza, era feo y nada interesante, no tenía pelo, soñaba en exceso, era parte de esa espesura conectada todo el tiempo, parte de esa gente que se deja llevar por comentarios que poco construyen, era feo que contar su historia se me hace triste y sin embargo creo que me estoy dejando llevar por esa inercia de contar cosas y quizá a él no le interese esta historia, como tampoco que alguien le diga que es muy feo, es casi seguro que de toda la gente que se cruza al día, nadie le dedica una mirada o una sonrisa, es casi seguro que todos están sumidos en sus dispositivos electrónicos, mientras viajan, mientras comen o mientras transcurren las horas de trabajo, es casi seguro que bajan aplicaciones para poder seguir jugando mientras intentan hacer el amor, es casi seguro que en este tiempo él que él sea tan feo ya no importa, pero no solo era eso. No podría nombrarlo un personaje de mis historias, primero porque no tenía ni puta de idea de lo que él estaba buscando y segundo porque los personajes no son un capricho, no al menos cuando empezamos a contar acerca de sus vidas. Sobre la vida es quizá de lo que tendríamos que hablar y no acerca de la falta de belleza de ese hombre o de la gente que no despega sus ojos de sus dispositivos inteligentes y que se van olvidando de la capacidad que cada uno tenemos para hacer de nuestras vidas una bella historia, o una historia trágica o la peor de las historias, o algo en la que pase algo y nos llenemos de emociones. La modernidad era una vieja costumbre desvestida y llena de megabytes viajando por todos los rumbos de cualquier ciudad, la ciudad es el olvido de los talentos y una poderosa herramienta que nos conduce a un mundo cada vez más idealizado para la supervivencia de las máquinas. Él era un hombre feo o si lo vemos detenidamente no era tan feo, digamos que podría fácilmente engañar a más de una. Pero la vida ya no está para esos engaños. Desperté y me di cuenta porque últimamente me siento cansado y es que no duermo como se debe, es decir me preocupo tanto que lo que debería ser un sueño reparador, se convierte en un mundo caprichos, un ir y venir por todas las cosas que he visto a lo largo de mi vida, pienso en historias, en las cosas que nadie cuenta, pienso en esa necesidad de establecer un dialogo con la gente que está en nuestro entorno y dejarme ir en ellos, interiorizarme, demostrar que la vida no solo es una belleza visible, decirles que existe algo más allá de nuestra realidad diaria y que esas son las más grandes de las expectativas, pero no puedo hacer, primero porque podría ser una gran mentira y segundo porque no soy capaz de convencer a nadie de que el mundo es a diario una oportunidad mejor, así que me dejo llevar y no me canso de observar mi interior, y los alrededores. Él es un hombre feo, pero el resto de las personas, las que comparten con él sus espacios y sus tiempos no se han dejado sorprender por este hombre que tiene algo tan curioso o extraño que le hace ver feo, pero la gente esta ciega y se concentra en sus dispositivos inteligentes. Toda la noche me pase imaginando su historia y termine por rendirme, es imposible contar hoy en día la historia de un hombre feo que no tiene esperanzas de encontrar el amor y su vida se ha tornada de lo más complicada. No va a ser nada fácil contarla, ni siquiera me imagino por dónde empezar: en realidad era un hombre feo, bueno no tan feo, creía en el amor sin importar sus cuarenta y tantos años; él estaba enamorado, no tenía pelo y se habría mordido las orejas o habría hecho cualquier cosa con tal de llamar la atención de ella, ella que tenía unos labios suaves, una piel blanca y la mitad de los años que él tenía, él intentada recordar más detalles de ella, pero no lo podía lograr y eso que se pasaba todo el día pensando en ella. Más de una vez le habían mentado la madre porque se pasaba las calles sin fijarse si algún coche circulaba por el lugar, incluso un par de veces se cruzó una vía rápida metido en la persecución de ella, unos perros le habían mordido los tobillos, pero él no desistía. ¿La había soñado o era parte de algún encuentro fortuito en alguna esquina?, nadie lo sabía, pero nadie ponía atención de sus acciones porque todo mundo estaba sumergido en esa vida tan particular de las redes sociales, decían que ese era más seguro hoy en día y cuando alguien preguntaba a donde queremos ir, nadie contestaba, ni siquiera él que era un hombre feo y andaba buscando a esa mujer hermosa de la que estaba perdidamente enamorado. Supongo que en esta ocasión la idea de contar no va a llegar a su final, no es que no sea posible la historia, sino que aún está en ese punto donde se define y se deja llevar o no, pienso en las posibilidades y se me ocurren tantas cosas, al mismo tiempo que descubro un titulo, porque así deben ser las historias, deben tener un titulo antes de empezarlas a contar: Hombre feo, mujer de redes y sueños imposibles. La verdad es que todo esto da igual, el caso es que se trata de un hombre feo que vive en una ciudad donde todos están atrapados en sus dispositivos inteligentes y él no encuentra que hacer para atraer la atención de la mujer de la que se ha enamorado y entonces él se pregunta, si existe la posibilidad de que esa mujer se fije en él, si es que pone un mensaje en alguna de esas redes sociales, en ese instante él desaparece, sigue siendo un hombre feo, pero para los demás ahora es un hombre que se abre y deja ver sus emociones, un hombre que nadie se preocupa por ver y que rara vez sale de la comodidad de su casa o de su oficina, un hombre que no le tiene miedo a nada porque nada lo rodea, y desde esa supuesta comodidad, ya nadie le va a mentar la madre y los perros ya no le morderán los tobillos. Era un hombre feo y ella veinte años menor, no sabía de su existencia, mientras tenía un orgasmo, cuya sensación le duraría toda la noche.
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Hombre feo, mujer de redes y sueños imposibles
Posted in A la hora de amar, Después del sexo, Historias sin fin, Las apariencias engañan, Lo demás es silencio, RELATOS, tagged Hombre feo, mujer de redes y sueños imposibles on agosto 7, 2013| 2 Comments »
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