también un disparo que parece interminable
que pasa y queda en la carne de uno mismo
soy un amante inconstante, que no es lo mismo
a ser el otro, el que tú tanto amas
y eso es algo interminable
como las balas que me despiertan
en las madrugadas
para reanudar estas ganas
de sentir tu cuerpo desnudo
a mi lado y sin embargo
siento el cuerpo caliente
y una voz a lo lejos
que me grita
¡No te vayas!, ¡no!, aún no es el momento
y el olor a pólvora que es inagotable
cuentan que son los mejores, que disparan al por mayor
que no son prodigios de la escritura
ni de los viajes, ni de las mujeres sudadas
que recorren las calles, en busca de sueños
y de olvidar sus llantos, ellos no son otra cosa
que un arma pegada al cuerpo
al deseo, a la voluntad, un arma que se
dispara ante cualquier provocación,
ellos son los que nos humillan a diario,
nos hacen agachar la cabeza, perder el control
doblegarnos, cederles el paso,
salir a la calle con miedo, esperar lo peor,
ellos no son otra cosa que el humilde
servidor del crimen, los esclavos de la muerte
que hacen el trabajo por ella, que cobran
billetes verdes que huelen a dolor
y no son prodigios, no son eternidad
son parte del mismo polvo
e igual se mueren por casualidad,
así nomás, porque a alguien
se le ocurrió disparar un arma
y les atravesó el cuerpo
ver la muerte no es un sueño, no es el ocaso
es apenas un triste acto, una noticia tan cotidiana
como el mismo amanecer, como la pobreza,
como la cara de cualquier candidato, como la voz
que nos atraganta a diario de historias que no cuentan
nada, pero que todo mundo quiere ver
y a veces, ni siquiera es eso, ni siquiera
es la interminable memoria que nos repite:
en algún lado yo te vi,
de algún lugar te conozco
el ruido de la bala disparada no es un símbolo
a veces es muerte, a veces estalla-miento de vísceras,
a veces esta poesía tan pobre que carece de sentido
y nos revela ante nuestra cara, que del otro lado
no hay un espejo, sino esa cosa que llaman realidad