Por momentos creo que voy a terminar esta historia o mejor dicho la historia que llevo tiempo intentando escribir. Junto a mis historias se desarrolla la vida de mis demonios, si es que los puedo llamar así, para algunos esos demonios no son otra cosa que miedos acumulados a lo largo de la vida y para otros es algo que simplemente no tiene nombre pero existe. He empezado cientos de veces o miles de veces mis historias, en alguna de ellas intento involucrar a mi abuelo y en otras a mi pequeño que nació en el año que mi abuelo cumplió cien años de llegar a este mundo, desde luego que el viejo lleva muchos años de muerto. Tengo un pensamiento lleno de esperanza, no sé bien si en este año voy a terminar mi historia o voy a empezar otra que me lleve después de un buen número de páginas al mismo lugar de siempre, es decir ese lugar recurrente de mis historias, como si estuviera condenado a entrar en ella una y otra vez, sin importar por donde empiece o lo que este contando, a veces creo que esto de contar una historia no es otra cosa que una necesidad por liberarme de algo, algo que tal vez no tenga nombre, ni sentido, pero que me persigue en todos y cada uno de mis días. Escribir es el deseo, es la meta, son los sueños, todo lo demás es parte de las cosas que uno se propone a diario sin importar si las puedes cumplir o no.
Hace siete años que vivo en la misma ciudad, quizá debería decir que algunas cosas han cambiado en mí: es decir me pase la vida huyendo de todo y de pronto un día me vi atrapado en los brazos de una mujer que termino por ser la madre del único hijo que tengo, decir el único que tengo es un tanto egoísta, pues tengo uno más que aunque no viene directamente de mí, lo quiero como tal. Si pienso en todas las cosas que deje de hacer o en las cosas que fui acumulando, no tengo nada que contar. Mi problema durante todos esos años es que me gustaban los encuentros casuales y evitaba a toda costa los compromisos largos o duraderos, me entusiasmaba el viaje, los encuentros de cuando en cuando con una que otra chica para después salir huyendo de su cama y de su historia. En pocas palabras creo que me convertí en adulto y descubrí que Claudia, la mujer con la que he vivido en estos últimos años es la mía, aunque no deje de soñar de forma un tanto romántica, o mejor dicho en una forma infiel y romántica que todas son mías. Escribo todos los días, pocas veces obtengo líneas rescatables, en general, escribo porque no quiero perder ese deseos de hacerlo y porque al hacerlo uno va ganando habilidad, igual leo y pocas veces no tengo ganas de hacerlo, aunque últimamente, el que me convirtiera en padre parece que lo dificulta todo, sea como sea, pienso que no dejare de hacer lo que más me gusta, solo que tendré muchas noches de desvelo que conjugado con mi insomnio es poca cosa.
Si he de ser un poco duro conmigo o digamos amante de las cosas negativas, podría decir que mi novela no verá nunca su final, pero eso es una cruel mentira o eso quiero suponer, lo que viene este año no es el fin del mundo, ni el fin de mi gusto por leer o escribir, lo que viene es una historia quizá más intensa, con amores románticos y un tanto inventados y la historia alrededor de mi pequeño Pablo, una historia que quizá me ayude a des-construir todo lo que me viene atrapando en los últimos años de esta vida o tal vez me ayude a terminar con los miedos si es que estos existen en alguna parte de mí, entrare en mi casa mucho antes de entrar en la casa de mis amigos, me veré el ombligo y tendré la certeza que del otro lado existe algo más que una cicatriz. Este año voy a contar las cosas que he querido contar durante los últimos años y hare el amor mientras intento escribir una poesía en el cuerpo del deseo, este año lo que me espera es todo lo contrario a lo que puede significar para alguien que intenta escribir cuando mil cosas y un hijo recién nacido ocupan la mayor parte de su tiempo. Me gusta la libertad y me siento libre.
Hace ya un buen rato que intento escribir esa historia que cuente los miedos que tengo a deshumanizarme y mientras lo intento, trato de desnudarte, de arrancarte esa piel que te protege del animal perverso y depredador que existe en mí, ese animal que tiene deseos de quitarte la ropa interior y que quiere bailar así contigo: desnuda y que seas solo para mí.
Si las palabras que vamos diciendo escriben las historias, entonces estoy muy lejos de escribir todo lo que deseo, porque en realidad hablo poco y me la paso pensando en lo bien que me vendría escribir una o dos líneas a diario que me permitan conjugar todos mis deseos, pero de lo que escribo a diario tengo que sacar una buena cantidad de basura que pocas veces me encuentro con algo que en verdad valga la pena. Es como estar frente a un semáforo en rojo todo el tiempo.
Si alguien me dice que tengo que tomármelo con calma, entonces exploto.
Voy a cumplir cuarenta y dos años, no se cuales son las cosas que tengo que comprender al llegar a esta edad, se que aún no se acaba el mundo, pero en ocasiones creo saber que aquello que siento no es otra cosa que las intermitencias de la muerte. Ya no es tan fácil desnudarse ante el espejo y pasearse desnudo por la casa, pero en cuanto tengo oportunidad lo hago. Esta noche, entre otras cosas porque es una noche fría y lluviosa. Me gustan las noches lluviosas cuando hace calor, si lo que reina es el frío, preferiría una nevada, pero en esta ciudad donde todos los días rezo para que no me maten, las nevadas están aún prohibidas. Deseo mantenerme en forma, nada puedo hacer contra la calvicie, pero pienso que cada nuevo día es una oportunidad para ejercitarme un poco, pienso que si me veo y me siento bien, tengo al menos la posibilidad de gustarle a alguien más, me gusta ese romanticismo que se encierra en el escribir poesía, pero yo ni escribo poesía, ni a las mujeres les importa el verso. La verdad no sé que es todo esto, me habría gustado perderlo antes de poder escribir, pero todo el día me ha exigido desde mi interior que intente plasmar algo de lo que queda, algo de lo que me define, no se me vaya olvidar para mañana lo que con fuerza deseo todos los años.
Creo que es uno de sus escritos más personales que he leído.
La vida tiene esas trampas, de hacernos creer que ya no podemos desnudarnos, porque no tenemos veinte años para hacerlo, cuando dejamos muchas veces desnuda el alma cuando escribimos.
Lo mejor para éste comienzo de año.
lo mejor para ti…
no se que tanto he desnudado el alama esta vez, pero lo cierto es que andar desnuda no le viene nada mal.
Qué más se puede decir que: vamos en el camino amigo, pareciendo que a veces, muchos caminos son iguales, todos con diferentes nombres. Sigan las letras pues, todas son rescatables en algún tiempo. Feliz 14
feliz 2014 amiga
esto de las letras a veces pienso que es un gran vicio, un vicio para el cual nadie ha inventado aún la terapia correspondiente y espero que a si sea por siempre
besos
Yo voy a cumplir 43.. y a veces.. si, a veces todo es confuso. A veces.. hay que escribir, para pensar, y .. en cierto modo, reflexionar. 🙂
Nada, los calvos son muy atrayentes.
Por cierto ahora al saber más de tí, de lo personal, me he sentido en muchas cosas identificadas, y tengo 31 años y sin hijos.
Yo no tengo el valor de formar mi libro pero te leo y me entran ganas.
Todo vuela menos las historias personales.
Besazos.
corazón forma el libro y yo sere tu lector
a los 41 bueno casi 41 años me la pase sin tener hijos…digamos hasta los 40