Las mujeres y los viajes
Perdí la virginidad casi a los 20 años, si es que se le puede llamar así. Mi vida adulta a transcurrido en medio de batallas sin sentido. Recuerdo que la primera vez, fue algo simple, lo había intentado cinco o seis veces y no lo había logrado, algunas veces porque era tanta la emoción contenido en la simple idea que terminaba por eyacular antes de tiempo y porque en otros intentos, me había tocado la suerte de estar con alguna chica inexperta que se preocupaba más por el dolor o las consecuencias de nuestros actos. La verdad es que no estoy seguro si es que perdí la virginidad a esa edad. Si alguien hoy en día me dice que a los seis años fui violado, es probable que le crea y no es que tenga una memoria deficiente, sino que no me acuerdo de muchas cosas, cosas que quizá no vale la pena recordar, pero que siempre han existido.
Me he pasado la vida enamorado.
Antes de llegar a la edad adulta un grupo de niñas, gustaba de jugar conmigo o con lo que en ese tiempo yo llamaría un cuerpo inexperto. Recuerdo (algunas cosas las recuerdo de forma intermitente y otras creo que así fue como sucedieron), que a ellas les gustaba desvestirme o me hacían revisar sus cuerpos porque yo era una especie de doctor y estaba para curar sus males. Ellas eran un poco mayor que yo, pero eran inquietas, atrevidas y siempre encontraban el lugar y el tiempo exacto para jugar a lo que más les gustaba. Perdí la virginidad, al menos de forma consciente, cuando ya estaba en la ciudad de México. Me había cansado de vivir con mis tíos y por lo mismo rente un departamento. Adriana había quedado de ir a buscarme para ir al cine, pero nunca llego, a cambio me envió a su amiga Luisa para que me explicara por qué demonios no había podido ir, en ese tiempo habría bastado una llamada, pero no fue así (no usaba el teléfono celular o móvil según sea el lugar de uso). Luisa llego a la casa y me explico las razones de la Adriana. La invite a pasar y después de un rato nos pusimos hablar de sexo. No tengo claro cómo es que las personas pasamos de una plática a otra y de pronto ya estás hablando de sexo.
Luisa me dijo que de sexo no se podía hablar, que eso es algo que se tiene que sentir. Me sonroje y ella tomo la iniciativa.
Un tiempo después me enamore de una chica Noruega, a la que le gustaba hablar del contraste entre el color de nuestra piel y de lo bien dotado que son los chicos de su tierra. Lo único que tenía en mi defensa era decirle: que esto era México y que lo que tenía en sus manos era la media nacional, lo disponible y que si deseaba algo más, tal vez debería regresar a Noruega. Ella no hacía el amor, a Kim le gusta el sexo, ese sexo dotado de la frialdad de su tierra (era una mujer que se excusa de su falta de temperamento sexual, diciendo que en su tierra las necesidades eran otros, que primero se piensa en la seguridad y después en el placer), a mí ella me volvía loco, era lo largo de su cuerpo y sus exageradas manos blancas recorriendo mi piel lo que ponía al cien, eso y sus grandes senos blancos. Quería irme a vivir a Oslo. Me hacía palpitar la idea de estar en Europa, en la Escandinavia, me hacía ilusión perderme de la ciudad que me había visto nacer y de que nadie más volviera a tener noticas de mí. Kim se marcho de México y me prometió que en cuanto llegara a su ciudad buscaría establecerse y que nos casaríamos. Yo estaba ilusionado. Un día me escribió y me dijo, que nada tenía sentido, que ambos aún éramos muy jóvenes y que ella pensaba que nos faltaba mucho por vivir, me dijo que se había independizado de sus padres y que era posible visitarlo en cuanto me diera la gana. Busque nuevamente a Luisa. Desde luego que fui a Oslo. No tenía el dinero suficiente, así que pedí prestado a unos amigos (dinero que nunca les pague, quizá ellos me habrían dicho que lo tomara como un regalo, pero tampoco les pregunte). Mi viaje en un principio tenía como sentido el resolver los problemas don Kim, no miento cuando digo que me moría de ganas por conocer Oslo y viajar por fin a Europa. Kim me recibió en su casa y me explico a su manera las consecuencias de tomar un rumbo como el que ambos en algún momento pensamos como posible y que ahora solo era yo el que lo deseaba, pensé que tenía razón. No bien había pasado un año de la partida de Kim de la ciudad de México, cuando ella se estaba casando, desde luego que no me invito a su boda. Mi primer rompimiento en la vida adulta, fue en la cama de una mujer que tenía una armazón gigantesca como el soporte para su cuerpo y una manos gigantes, blancas y frías.
Mi primera vez fue a los 16 y sin buscarlo. Ese recuerdo aún me hace sonreir.
yo recuerdo tantas primeras veces pero todo es porque me gusta reír ante esa posibilidad
19 pero mejor no acordarse…
dicen que recordar es volver a vivir y en ocasiones no deseo acordarme porque me dan ganas de regresar-me al momento
Yo tampoco prefiero acordarme 🙂
Abrazos compadre.
compadre seguro que tú te acuerdas de todas las veces y no solo de la primera y estoy casi seguro que ya hasta nos contaste de esa primera vez
Por contar cuento hasta veces que nunca fueron 😀
Compadre no dejes de contar que lo haces muy bien
Abrazos de nuevo