Desvelado y confundido, con las ganas de terminar lo que ya había empezado días atrás, ataque el pedazo de madera con un serrucho y en un pequeño descuido me herí la palma de mano, prolongando así la línea de la vida. Lo primero que hice fue mover la mano, me espante mucho, sobre todo porque podía perder la movilidad de mis dedos si es que me había dañado en algún tendón. Me agache antes de lavarme muy bien. Más tarde dos pares de puntadas pondrían remedio al dolor y a la presencia de una posible infección. Pensé en tantas cosas, incluso no entendía aún porque no me había chupado la sangre.
Ella me pregunto si había dejado de escribir. Quería saber a qué se debía tanto descuido.
Deje de hacer las cosas que me gustan, le dije que no estaba escribiendo, que sería interesante seguir con la novela, pero que últimamente me había alejado de todo y que pasaba por una mala racha. Las amantes ideales estaban dispersas y la idea de que un viejo amor pudiera rescatarme en este naufragio era algo impensable y que hacía mucho que nadie veía sirenas, en resumen en estos días estaba perdido.
Con una servilleta de papel apretaba la herida de la palma de la mano, después rasgue una camisa y me hice una especie de venda. Recordé que el fin de semana no había visitado a la chica que recién había conocido en el centro comercial y que ella me había prometido esperarme con el vestido abierto. Sentí ganas de ya no hacer nada, de olvidar todos los pendientes que hasta ese momento tenía y volver a escribir. No era posible tanto descuido, no era posible que pusiera en riesgo mi mano y que perdiera la habilidad de hacer las cosas que más me gustan, no era posible que me privara del placer de escribir o que perdiera la sensibilidad y nunca más fuera igual el acariciar ese espacio de la mujer un poquito arriba de la rodilla, un poco más arriba de lo que imaginaste de inmediato, ese espacio donde todos los deseos pierden sentido y uno piensa que si ese es el camino a la muerte bien vale la pena recorrerlo.
Ella me dijo que me extrañaba.
Yo sentí que era un afortunado, que podría hacer tantas cosas como se me viniera en gana. Le dije que no creía en el amor, que después de todo uno busca a quién de fe de nuestras actos, que eso era el matrimonio, un testigo de lo que hacemos. Después me deje llevar por el silencio y por las cartas de amor que ella estaba escribiendo.
En otro tiempo me habría chupado la sangre y de saber que alguien me estaba esperando con el vestido abierto, habría corrido hasta encontrarme con ella, en otros tiempos me habría fumado un churro para olvidar ese dolor que te da después de dos o tres puntadas, habría tomado mi mano lentamente y mientras la sangre fluía habría escrito quizá la más atrevida de las poesías, pero venir a esta ciudad es el principio de las cosas donde me desconozco. Bastan dos horas y no hace falta adivinar que ya no soy ni la sombra de lo que era antes y lo peor del caso es cuando descubres que ya no te quieres ir.
Ella se tomo los labios entre sus manos, se meció el cabello y me dijo suavemente: lo sensual que me veía. Después se perdió el contacto, el instante, la plática en medio de todas esas distancias que en ocasiones parecen inexistentes.
Tenía tantas ganas de terminar que cuando me corte la palma de mi mano, en lo único que pensé, fue: cuando demonios voy a ponerle fin a todo esto.
Wow… que post más introspectivo y con cuestiones que… alguna vez todos nos hemos hecho; porqué dejamos de ser como somos, porqué por lo que hace… x tiempo hubiera atravesado montañas y ríos, porqué hoy, ni frío ni calor. Hay momentos en los que necesitamos replegarnos, mirarnos hacia dentro, pensar qué es lo que realmente queremos, no ir corriendo en un metafórico huir de nosotros mismos, para no sabernos ni conocernos. No creer en el amor… es curioso como en algún momento pensamos que esa palabra «amor», tiene tantas «vertientes», va fluctuando entre la pasión, el cariño, el riesgo, el conformarse…
Muchas palabras, para decirte algo más sencillo. Me ha gustado e impresionado. Besos 🙂
querido, te debo un par de correos, una par de historias y no se cuantas cosas más y también me lo debo, un beso enorme y espero poder seguir impresionando-nos
Jejeje.. te perdono todas las deudas, sé que tengo tu aprecio, y eso es suficiente. No obstante, ya sabes, que podemos animarnos a escribir una historia, mezclando tu estilo, con el mío.. eso si, cuando las obligaciones laborales te lo permitan 😉 .
No debemos esperar a que las obligaciones laborales lo permitan, así que entre más pronto mejor, que algo tenemos que hacer juntos…
Es muy bueno este articulo.
Este tipo de escritos, nos hacen reflexionar acerca del querernos y aceptarnos a sí mismos tal como somos, ante todo tienes que quererte tu para poder amar a los demás.
No deberíamos utilizar caretas o máscaras de acuerdo a la situación o al momento, simplemente nos interesar ser aceptados pero no ser felices.
Besos Carlos.
la felicidad querida es algo que esta a la vuelta de la esquina pero para poder llegar a ella a alguien se le ocurrió poner un laberinto, donde se tejen ideas, sueños, historias, histerias y unos cuantas traumas más. Estoy seguro que tú conoces un camino más interesante para llegar a ella…
Besos Carmen
Carlos Alberto, yo sé de dónde salió este post. ¡Eres un genio!
Te quiero, mi buen amigo.
Yo también creía saber de donde salió ese post, pero como ahora me desconozco, ya no puedo afirmar del todo que lo que pienso sea así. Estoy escribiendo mi carta de renuncia y llevo ya como 30 paginas, nadie me dijo que eso es algo simple, sencillo y directo y que basta con firmar para devolverse libre. Yo y me necedad que todo es una novela, una historia en construcción….
un enorme abrazo querida y bien sabes que te quiero y te pienso…
Gusto leer entrada tan trenzada, y, hasta pienso, que cuidada más y sosegada bastante para tu estilo. Eso me parece.
Mi saludo.
gusto que me leas compadre. UN saludo y un abrazo.