Nadie, ni siquiera el tiempo tiene a la eternidad de su lado
me cerraste, crees que con no decir más palabras, me liberas
no te importa que yo esté más atrapado que un reo
y tú mientras tanto gozas en tu silencio:
en tu cuerpo que cada día es más frágil y en todo lo que te rodea,
gozas al ritmo de un fado o inmersa en todas tus saudades.
En algún lugar, no importa la geografía de este o si alguna vez lo he viajado,
tus ojos se negaron a verme y el no mirarme me causo este encierro,
en algún lugar que desde ahora ya no existe, observo como mi vida
va cayendo, nadie, ni siquiera el tiempo, puede retenerme.
Siempre el lamento absurdo, el deseo por otro cuerpo que no es el mío
ni el de él, sino de otro, de un tercero, de alguien que hiere corazones
y tú, te contagiaste de él, sin siquiera quitarte la ropa detrás de las cortinas,
sin siquiera esconder el cuerpo que antes estabas dispuesta abrir para mí;
nadie, ni siquiera el tiempo tiene la imaginación tan pequeña.
No puedo olvidarte, porque aún sin quererlo estas demasiado cerca,
y tu fuerza no es otra cosa que un gesto fácil hacia él, a quien merece
tus llantos o tus risas a quien no le regalas el silencio,
y con eso, con tus actos despiadados, vas anunciando mi muerte
mi caída, el fin de mis sueños, con solo mirarme, me condenas
nadie, ni siquiera el tiempo, se escapa de las señales que anuncian
el fin del reino, nadie, ni siquiera el tiempo tiene tanto misterio.
Ignoro más de la mitad de ti, no sé nada de tus llantos, de tus sueños,
no sé nada de la voz de tus ojos, no sé nada de tus enojos,
no sé de nada que te haga sufrir, y misteriosa te alejas de mí,
nadie, ni siquiera el tiempo, se acuesta pensando en dormir.
Nadie, ni siquiera el tiempo tiene en sus manos la historia contada aquí.
Hilaste fino, mi querido Carlos.
Son los intentos querida, solamente los intentos