Antonio Tabucchi está enojado, sorprendido, con la forma en que se conduce Brasil ante la extradición judicial de un asesino italiano. La situación adquirió notoriedad cuando Tabucchi rechazó la invitación al Festival de Poesía de Paraty y envió una carta explicando por qué no podía asistir. Aparece en la Revista Ñ de “Clarín”.
Dice la carta:
La negativa definitiva de Brasil de extraditar al ciudadano italiano Cesare Battisti, condenado a prisión perpetua por cuatro homicidios, no sólo constituye una ofensa a la República italiana, también es una herida infligida al derecho internacional. Por otra parte, el reciente otorgamiento a Battisti de la ciudadanía “honoraria” brasileña es una burla que me llevó a renunciar, con profunda amargura, a la invitación del Festival de Paraty, terminado recientemente, que había aceptado meses atrás en virtud de la estima que siento por su presidente y por mi editor, a quienes doy las gracias.
Lo que resulta verdaderamente paradójico es el estatuto que Brasil atribuyó a Battisti: de asesino a héroe, con multitudes que cantan loas a sus empresas y carteles que lo saludan como un “libertador”. De la distorsión de la verdad para uso del pueblo no es, empero, responsable únicamente lo realizado por Inácio Lula da Silva con la propaganda que creó a su alrededor. Buena parte de la responsabilidad es de ciertos intelectuales franceses, algunos de ellos ayer maoístas y hoy cercanos a la derecha, enamorados de los terroristas ajenos, que lo han hecho pasar por un combatiente por la libertad. Estos han manipulado la historia italiana reciente transformando en héroes revolucionarios a las Brigadas Rojas, los NAP (Núcleos Armados Proletarios) y otros terroristas que atormentaron a Italia (ver mi artículo en Le Monde 15-01-2011 e Il Fatto Quotidiano, 17-01-2011).
(…)
Otro hecho curioso, empero, menos conocido por la opinión pública, es manejado en forma excesivamente desenvuelta con respecto a nuestro país. Si Battisti es asunto nuestro, este otro tiene que ver con ellos. En los años 70 y 80 los generales brasileños estipularon un acuerdo secreto con el Chile de Pinochet y con las dictaduras militares de Argentina y Bolivia, acuerdo del cual nació una organización secreta con la tarea de secuestrar a sindicalistas, intelectuales y opositores de los regímenes respectivos. Fue la infame “Operación Cóndor” cuyos agentes torturaban a sus víctimas en una fábrica abandonada de Buenos Aires, la Automotriz Orletti (en la que se inspira la película de Marco Bechis Garaje Olimpo de 1999). Uno de los torturadores de Orletti era Alejandro César Enciso, que huyó de la Argentina a Brasil cuando su país recuperó la democracia. Enciso vivía desde hacía veinte años sin que lo molestaran en una zona residencial de Río de Janeiro. Bajo sus manos hallaron la muerte también algunos ciudadanos italianos residentes en América Latina. El torturador fue arrestado en noviembre de 2010, no por iniciativa de la policía brasileña, que se declaró “sorprendida” por su identidad, sino gracias a la investigación realizada por el fiscal sustituto de Roma, Francesco Capaldo, autor, entre otras, de una investigación amplísima sobre los crímenes cometidos en esos países durante esas feroces dictaduras militares. La Fiscalía de Roma, a través del Ministerio de Justicia, solicitó la extradición de Enciso en diciembre pasado. Por ahora el gobierno brasileño no ha respondido, limitándose a declarar que Enciso está “bajo tutela” de la policía. Tan bajo tutela que cualquiera puede encontrarlo en Facebook, donde su perfil invita a ingresar en el círculo de sus amigos.
Una agencia periodística brasileña difundió la noticia de que no fui al Festival de Paraty “como protesta”. No es exactamente así, y no me corresponde a mí “protestar”. Es que no tenía ganas de ver llegar a Battisti y Enciso, bipartidistas hermanados por una clandestinidad de veinte años, que confundiendo un festival literario con una sala de justicia, se presentaran para discutir sus causas judiciales con un escritor italiano. Era una eventualidad que no podía prever cuando acepté la invitación de Paraty pero que luego se hizo en perfectamente plausible. Y que hubiera constituido un bocado jugoso para la prensa transformando de esa manera una controversia jurídica entre dos países en cotilleo de un evento literario.
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