A la muerte nadie se le escapa.
De todos los problemas existentes que ejerció en su temeraria vida de criminal y, sobre todo la facilidad con que salía de ellos, para Nacho Cien Fuegos, ninguno fue tan inexplicable como aquel que termino con su vida —digamos considerablemente inexplicable— como el hecho mismo de la existencia de una guerra sin sentido en contra de una violencia bien organizada, murió en una noche calmada, entre el olor característico de los puestos de tacos y el sudor de una puta. La constante guerra en contra del crimen organizado, ya había cobrado más de veinte mil victimas, era una guerra sangrienta en la cual morían por igual, mujeres embarazas que niños. Es verdad que si alguien se entregaba, no lograría con eso parar la ola de violencia. La cabeza de Nacho Cien Fuegos estaba tasada en varios millones de dólares, sin embargo la gente le era fiel. Él no corría peligro alguno. Este criminal como otros tantos había jurado acabar con la vida de todo aquel que se interpusiera en sus negocios.
La morfología de la lucha contra el crimen, le permitía a Nacho Cien Fuegos adivinar el rostro de su funesto asesino, se considera incluso claro que podía prevenir su destino. Pero Nacho Cien Fuegos no fue capaz de adivinar. Llego a pensar incluso que un día sería traicionado por su “gente”, la tentación del dinero ofrecido por información los hacía muy vulnerable. Nacho Cien Fuegos sentía que era el más inteligente miembro de la mafia, era conciente de las bondades del método científico y todas sus aventuras estaban siempre gobernadas por cierta lógica y el uso de la razón. También era un incasable jugador y amante de las mujeres bellas a las cuales, les gustaba sentirse putas.
Con todo el dinero del mundo en sus manos, que otra cosa podría desear una persona. La primera vez que Nacho Cien Fuegos fue a una casa de apuestas, perdió unos cientos de miles de pesos, pero nada que afectara su economía, a cambio de su generosa participación la casa de apuestas lo hospedo en la suite presidencial y le envió como consolación a la más hermosa de sus chicas. Islú. Cuando alguien esta acostumbrado a todo tipo de excesos es casi imposible de creer que termine por enamorarse de alguien que recién conoce, pero así son las cosas, no tienen un orden o lógica alguna y sólo suceden y no existe marcha atrás. Nacho Cien Fuegos, se enamoro perdidamente de Islú.
Las constantes salidas de Nacho Cien Fuegos, debidas a la obligación contraída con su “trabajo”, lo alejaron de la casa de apuestas por más de un mes, pero en sus sensaciones inmediatas, siempre estaban las ganas de oler el cuerpo de esa mujer enigmática que le había robado toda voluntad. Nacho Cien Fuegos participó en el primer ataque perpetrado en el país con tintes de terrorismo, lo cual sembró un pánico mucho más generalizado, las noticias anunciaban todo tipo de revanchas y decían que más que un mensaje para las diferentes bandas del crimen organizado, se trataba de un mensaje para que el gobierno se preocupara por cuidarse la espalda. Por supuesto que nadie se entero de su culpabilidad. Otros incidentes, fueron ligados al crimen organizado, el salto a joyerías, el secuestro de un importante abogado con presumida actuación política, al igual que la muerte de algunos candidatos para puestos públicos y en general todo lo malo que pudiera ocurrir, los tendría por culpables.
Las cosas se resolvían de forma rápida y fácil. Fue el crimen organizado y carpetazo.
Nacho Cien Fuegos que era el otro lado de la moneda, no dejaba de reírse de las conclusiones de la gente en el poder. Tenía una barba gris, al igual que sus ojos, sus 56 años aún no le causaban estragos en su salud, no había precisado de la yoga para tener movilidad y tampoco de la visita al urólogo para tratarse esas incontinencias que se presentan con la edad. No conocía el interior de una cárcel y aborrecía las casas sin riqueza, la higiene y blancura de un hospital le causaban repugnancia.
El primer encuentro con Islú, le robo la claridad con las que efectuaba sus tareas y empezó a dejar un rastro apenas discreto de sus operaciones, rastro que por otro lado lo llevaría a perder el control que tenía de sus movimientos y entonces, se convertiría en un blanco fácil de rastrear, pero lo peor era que sus movimientos serían predecibles. Ya no era seguro trabajar a su lado y si quería salir bien librado, era el momento de salirse. Se dice que de la mafia nadie se sale, pero el dinero lo puede todo.
El primer eslabón se había soltado.
La mafia había considerado eliminarlo, al menos los que competían por ostentar su poder, lo deseaban muerto, pero más tardaron en ponerse de acuerdo que en ser esparcidos sus cuerpos mutilados, por diferentes puntos del país, unos de esos anhelantes del poder amaneció colgado bajo un puente peatonal.
Un mes después de su última visita a la casa de apuestas, Nacho Cien Fuegos regreso, esta vez perdió un poco menos, pero se había dejado ganar de manera intencional, pues tenía en mente reclamar el premio de consolación. Nunca sabremos si el hotel de la casa de apuestas era confortable, al igual que los detalles de la relación de Nacho Cien Fuegos con Islú, es algo que de alguna forma quedo bien guardado. ¿Qué había hecho que un hombre enamorado y con poder, aguardara un mes para volver a verla? Es algo que tampoco sabremos.
La escena del crimen fue destruida. Reporteros ávidos de la noticia, llegaron al lugar antes que el servicio médico forense.
—No le busquemos nada raro a esto—decía el vocero del gobierno—. Se trata de Nacho Cien Fuegos, quien fue abatido por las fuerzas federales. Todos sabemos que era el segundo al mando y que era buscado desde hace mucho tiempo.
—Es posible, más no probable—comentó un periodista—. Pues nadie tenía un registro de su rostro. Usted señor secretario quiere anotarse un acierto a su lucha contra el crimen organizado y todo caído es un pez gordo y no es una obligación de la realidad que sus hipótesis sean ciertas. Sin embargo el azar esta a su favor.
El señor secretario reviro de mal humor:
—No me interesan sus deducciones, lo importante es que ha caído el segundo al mando y con eso nos anotamos un muy buen punto. Vamos ganado es lo que importa.
—¿Y los inocentes caídos?— preguntó el periodista.
—Son parte del daño colateral, además ni son tantos—dijo el señor secretario.
—¿No cree que merecemos una explicación más razonable?
—Yo no se la voy a dar—dijo el señor secretario y se fue de la escena del crimen.
La violencia continúo durante los siguientes días. Al parecer este grupo de criminales no sentía en sus filas que tuvieran un gran punto en contra. Pero algo había dejado de funcionar de manera sincronizada al interior de la organización. El gobierno se había válido de un favor, por parte del crimen organizado, a cambio de eso los criminales habían recibido la recompensa de muchos millones de dólares, así como todas la propiedades y las mujeres de Nacho Cien Fuegos.
Fue entonces cuando el segundo eslabón quedo suelto.
La tercera visita se dio en medio del anonimato, Nacho Cien Fuegos había conseguido que un cirujano plástico cambiara su aspecto, ahora era prófugo del sistema, de la mafia y al mismo tiempo ya no era nadie. Llego a la casa de apuestas al tercer mes exacto de su primera visita. No tenía mucho para perder y le urgía hablar con Islú. El administrador de la casa de apuestas, que además era su amigo entendió muy rápido las diferentes señales que el criminal le envió, no tardo mucho en trasladarlo al hotel del lugar y enviarle a la mujer de la cual él, estaba enamorado. Ya en el cuarto Nacho Cien Fuegos le contó sus desgracias. Esa noche hicieron el amor de forma salvaje y al salir de la casa de apuestas Nacho Cien Fuegos olía a sexo y a putas.
Fue entonces cuando se soltó el tercer eslabón.
Durante el siguiente mes no se apareció por la casa de apuestas, es más nadie tuvo noticias de él, se podría decir que en verdad ya estaba muerto.
En una cantina el sobrino de Nacho Cien Fuegos se entero de la traición, y como en la mafia la traición se paga con la muerte, el sobrino que era un jovencito de escasos veinte años, reclamo su derecho de venganza y, una mañana aparecieron cincuenta y dos cadáveres en una fosa a la cual le llamaron narco fosa y los medios le dieron mucha difusión, otros tantos cadáveres aparecieron tirados en la carretera, pero a estos los medios no le dieron importancia; el poder había regresado a la familia Nacho Cien Fuegos y ahora el sobrino era el segundo al mando. No sólo había recuperado el poder, sino también a las mujeres del tío. Todo parecía un cuento de fantástico.
A la fecha exacta, al igual que sus anteriores vistas, Nacho Cien Fuegos, se apareció en la casa de apuestas, llevaba consigo poco menos de cien pesos y por lo que se llama un verdadero golpe de suerte, esa noche se gano un millón de dólares. Parecía que la suerte le estaba regresando, el administrador de la casa de apuestas al verlo tan feliz, decidió que era momento de llamar al sobrino de Nacho Cien Fuegos y que se diera el reencuentro. Mientras tanto Nacho Cien Fuegos reclama su premio y más tardo en reclamar que en estar en el centro de la habitación con Islú.
El cuarto y último eslabón se había soltado.
El sobrino, no lo podía creer, recuperar a su tío, era la última cosa que había soñado y, el tío estaba en la casa de apuesta, saboreando su suerte. Cuando llamaron a la puerta del hotel, Islú se sobresalto. Nacho Cien Fuegos, conservando la calma y con pistola en mano abrió la puerta y se llevo la sorpresa más agradable en toda su vida. Su sobrino estaba enfrente de él para devolver el poder y quitarle al gobierno el punto que se había anotado.
Se abrazaron, no sin antes haber llorado. Nacho Cien Fuegos creyó que era justo presentarle al sobrino a esa mujer que le robaba la calma.
—Ella es tu tía, salúdala jovencito—dijo Nacho Cien Fuegos.
—Mucho gusto señorita—dijo el sobrino—. Si en algo puede servirle, será un placer.
Islú, sólo sonrió, se dio la media vuelta y dejo ver sus hermosas y redondas nalgas a los ojos perversos del sobrino, que por voluntad y respeto al tío, le regresaba el poder.
—No se ve nada mal tío—dijo el sobrino—. Bien escondidita que la tenías.
—No me digas que quieres echarte un palomazo sobrino.
—No estaría nada mal tío.
—Ya veremos pues.
Nacho Cien Fuegos no cabía en su felicidad, en una noche era dueño de todas sus riquezas. Lo más extraño del caso es que durante ese tiempo que permaneció en el absoluto anonimato, una persona se le acerco y le dijo que le vendería un extraordinario amuleto. Cualquiera en uso de sus cabales, pensaría que eso más que ayudar a la construcción de un imperio, lo único que haría era fomentar la destrucción total. El hombre que se le acerco para venderle el amuleto, le dijo que no tenía porque pagarle, que se trataba de un favor, ese pequeño favor que se familia venía haciendo desde hace muchos siglos, pues ellos no podrían tener jamás riqueza alguna, pero el amuleto tenía una fecha de caducidad y que dicha fecha estaba por cumplirse.
—Si lo quieres, te recomiendo que lo uses antes del día 29 de julio del 2010—dijo el nigromante—. Pues como todo, esto también tiene fecha de caducidad.
—Pues que puedo perder—dijo Nacho Cien Fuegos—. Si el alma la tengo ya maldita.
—La redención suele salvar, hasta lo que parece imposible, no te creas—dijo el nigromante.
Nacho Cien Fuegos tomo el extraño amuleto y se lo hecho a la bolsa. Pensó que no era más que otra broma de esos rumanos que recorren el mundo, jugando bromas con la suerte de los demás y con el engaño viene el robo de lo poco que tienen, pero él, Nacho Cien Fuegos, no pagaría nada.
—Te recuerdo que tienes que usarlo antes de ese día, pero no dejes que llegue el próximo y, si eso pasa, por nada del mundo vuelvas a usar el amuleto—dijo el nigromante.
Las instrucciones eran muy sencillas. Si quieres recuperar todo lo que has perdido, basta con frotarlo dos veces en tu cabeza. Sino quieres perder lo que tienes, es necesario tragarlo, pues es la única forma de engañar a quien a de venir por ti. Si tan sólo quieres una probadita de su poder, no lo alejes de tu mano cada que quieres algo y se te concederá. El caso es que una vez que lo usas, no podrás evitar el pago. Sino lo tragas estas en graves problemas.
—A todo esto como te llamas—preguntó Nacho Cien Fuegos.
—Me llamo Sevasto y soy rumano como hace un rato pensaste—dijo el nigromante.
En el hotel Islú, lloraba de forma inconsolable. Nacho Cien Fuegos le preguntó a que se debía ese estado de ánimo, y ella le dijo que lloraba de felicidad, que no podía creer en su suerte.
—La suerte no existe, es un recurso de los fracasados—dijo Nacho Cien Fuegos, mientras acariciaba su extraño amuleto.
—Sabes cuantas noches he pedido por esto—dijo Islú.
—Imagino que al menos unas cien, que son más o menos las que no hemos estado juntos—dijo sonriendo de alegría Nacho Cien Fuegos.
—Más de cien noches cariño—dijo Islú.
Ella quiso contarle una historia a Nacho Cien Fuegos.
Historia de una mujer hermosa en la frontera.
Tenía apenas quince años, cuando decidió que su vida en casa de sus padres no la llevaría a nada, así que pensó que lo mejor era agarrar unas cuantas cosas e irse. ¿Pero a donde?, pensó que la frontera sería un buen lugar, la cercanía con los gringos, le ayudaría a ganar más dinero y en un corto tiempo, lograría juntar lo suficiente para poner un negocio, no es novedad, en el país, todos quieren tener un negocio y vivir de sus ganancias. Ella tenía el cuerpo más hermoso que pueda tener una mujer, sin importar su edad.
Al llegar a frontera fue abordada por un grupo de jovencitos, que le preguntaron que vientos la habían arrojado hasta la frontera y cual era su plan, ella una niña aún, con toda la inocencia del mundo, les dije que venía a trabajar y que si ellos sabían algo, se los iba agradecer. Los chicos se la llevaron, la privaron de su libertad y la pusieron a trabajar durante mil y un día en un lugar de mala muerte, experimento todo tipo de vejaciones. Antes de iniciarla en este trabajo, un tipo detestable, que era el sobrino de un criminal muy temido, le robo la virginidad y la golpeo como si quisiera matarla, también le robo los sueños y la arrojo al pero mundo que puede existir. Si la cosa hubiera parado en eso, quizá ella tendría hoy en día alguna oportunidad, pero al pasar el tiempo y cumplir con el ciclo que estos criminales imponían para sus “trabajadoras”, la chica fue llevada al desierto y la hicieron pedazos.
—No se que me quieres decir con eso—dijo Nacho Cien Fuegos—. La verdad es que es algo muy triste.
—Es una historia cualquiera—dijo Islú.
—Sabes tengo ganas de descansar—dijo Nacho Cien Fuegos—. Este día ya me dio tantas emociones que sino lo hago voy a terminar muerto.
—Quiero hacerlo con tu sobrino—dijo Islú.
—No me vengas con eso a mí—dijo Nacho Cien Fuegos.
—Por favor, sólo una vez, por favor—dijo Islú—. ¿Quieres si?
Nacho Cien Fuegos salio del hotel, por primera vez en su vida como el segundo al mando de la organización criminal, se fue sin guardia y sin ninguna preocupación, su rostro era el de un hombre nuevo, y nadie lo podría reconocer.
Mientras en el hotel, Islú tomaba en sus manos el cuerpo adormilado del sobrino de Nacho Cien Fuegos, ella se había puesto una droga en el cuerpo y con eso logro narcotizar al jovencito, después, en un estado semiconsciente, Islú comenzó a cortarle la cabeza hasta desprendérsela del cuerpo. En una de las nalgas del descabezado, escribió, peor muerte merecías, ladrón de sueños.
Eran los primeros minutos del día 29 de junio, cuando Nacho Cien Fuegos pidió unos tacos en un puesto de la esquina. Mientras tanto Islú tomaba un camión con rumbo desconocido, se sentía en paz con ella misma y había cumplido lo que años atrás le prometió al cadáver de su novia.
Nacho Cien Fuegos observo su reloj y no recordó que estaba atrasado por más de quince minutos, saco el amuleto de su bolsa y se lo trago. Un tipo que pasaba por el puesto de tacos, motivado quizá por sus ganas de drogarse, decidió que no era mala idea robar un poco de dinero, y motivo por los juegos de videos, saco su arma disparo contra todos los que allí se encontraban pero con la mala fortuna de no darle un tiro al único que llevaba arma. Nacho Cien Fuegos lo abatió de tres disparos. Los disparos alertaron a una patrulla de policías federales que vigilaban la zona, antes de que estos llegaran, Nacho Cien Fuegos se metió un tiro en la garganta, algo extraño se apodero de su voluntad y termino muerto en una calle como quizá le estaba destinado. El secretario de gobierno dijo que en un encuentro donde perdió la vida uno de su equipo había caído abatido a balazos el nuevo segundo del crimen organizado y ese era otro punto a su favor.
Deja una respuesta